Y es que todo pueblo que inicia la marcha a la tierra prometida necesita sus mitos. Y ya que el andaluz, preocupado por cuestiones más prosaicas como la supervivencia, nunca se había detenido a meditar sobre su pasado legendario, fue menester que sus líderes carismáticos, cuales nuevos Hesíodos, elaboraran una cosmogonía sobre la cual basar sus estructuras de poder. Y como en toda mitología fue necesario crear la figura del Padre. La fortuna les deparó el heroe perfecto en forma de notario utópico que a principios del s. XX predicaba la buena nueva a los pobres y que sufrió el martirio de los justos, para resucitar ya en plena democracia transfigurado en Padre de la Patria Andaluza. En el fondo hasta nos debemos sentir afortunados, ya que de no haber existido Don Blas nos podría haber tocado en suerte cualquier otro personaje más o menos preocupado por lo andaluz, desde Almutamid a Rafael de León.
Mas al tiempo que se rinde culto al Padre, también se trata de esconder su pensamiento por incómodo. Con Infante y sus representantes en la tierra ocurre algo similar a lo que lleva siglos haciendo la iglesia católica con la doctrina que predicaba Jesús de Nazaret. O más modernamente, lo que PNV y PSOE hacen respectivamente con las ideas de Sabino Arana y Pablo Iglesias. Los abuelos están bien en estatua y para bautizar fundaciones, pero no escarbemos en sus papeles por si aparecen amores nefandos o deudas de juego impagadas. Blas Infante fue anarquista, separatista y, según parece, hasta llegó a convertirse al Islam en algún momento de su extravagante carrera política. En resumen, nada que ver con el biopic edulcorado que se enseña en las escuelas y que se repetirá hasta la saciedad en los solemnes discursos del día de Andalucía. Ahora que se acerca, no es mal momento para meditar sobre ello.
4 comentarios:
Es lo que pasa cuando hay que fundamentar lo infudamentable. Hay que recurrir a Blas Infante porque no hay un teórico de la patria andaluza más solvente. Además, no tuvo mucho pedrigrí en su época, como es propio de una tierra donde el nacionalismo no ha sido nunca una prioridad. Pero bueno, también se oculta que ese ejemplo de españolidad que es el Cid luchó para los musulmanes un tiempo.
Ayer al pasar junto a una guardería los niños estaban en el patio, y todos lucían una especie de brazaletes blanquiverdes. No se, pero a mi esto de usar a críos que no saben lo que hacen para llevar mensajes políticos me da algo de grima.
Qué buen post, Mentor Ilustrador.
En aquellos tiempos, Blas Infante llegó a imaginar la separación de Andalucía y la creación de un nuevo estado que incluía el norte de África y que pretendía reproducir el maravilloso y añorado Al-Andalus, desde el que fuimos capital del mundo.
No he llegado a estudiar por dónde quería establecer la frontera de ruptura de un Al-Andalus que obviamente y sea cualquiera el momento histórico que se considere, no va a coincidir en absoluto con la actual Andalucía.
Una Andalucía, por otra parte, que es otro invento político como el de cualquier otra región, una idea folklórica y ombliguista, una Andalucía imaginada que en el fondo es el entorno particular de cada uno, o en el peor de los casos el CanalSur, sin atender a la variedad y diferencia de intereses que puede hacer que algún onubense de la sierra se sienta más cerca de muchos extremeños que de algunos almerienses. Y sus respectivas viceversa y variantes, claro.
Digo yo que si el nacionalismo andaluz lo único para lo que sirve es para montar todos los años la casposa gala del Día de Andalucía de Canal Sur,pues algo va mal.
Yo diría que el nacionalismo andaluz no va ni bien ni mal, simplemente no va. Como usted decía, para la mayoría de los andaluces no parece tener el sentido que para otros, y me alegro por ello.
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