Como el post anterior ya iba largo y no quiero atentar excesivamente contra el nombre de este blog, hago otro con la segunda parte de lo que les quiero contar, la política finlandesa. Aunque al principio de su independencia, en 1917, se barajó la posibilidad de hacer al país una monarquía al final se decantó por la república. Parte de la culpa la tuvo la derrota alemana en noviembre de 1918, fin de la I Guerra Mundial. Y es que se intentó dar la corona a un príncipe germano, pero el desastre militar frustró el proyecto. De haber sido así, Finlandia se podría haber convertido en un satélite alemán. Sin embargo, es curioso que los reyes allí ejercen gran fascinación. Un cineasta cuya película, The Holy Book, seguramente venga a Alcances me sacó el “¿Por qué no te callas?” de Juan Carlos a Chávez y me defendía las ventajas de tener un rey. Mi anfitriona del Instituto del Cine Finlandés me hablaba de la popularidad que tenían los movimientos de la familia real sueca.
Lo curioso es que su presidente tiene bastantes poderes. Es un modelo parecido al francés. Cada seis años son las elecciones a la presidencia del país, y cada cuatro al parlamento, con la posibilidad de convocar elecciones anticipadas en este último caso. El presidente sólo puede cumplir un máximo de dos mandatos. Esto ha dado en Finlandia un curioso modelo de inestabilidad estable. Desde el principio, los grandes partidos han sido el Conservador, el Centrista y el Socialdemócrata, con otros minoritarios como los suecos. La única alteración ha sido la irrupción de los Verdes hace unos veinte años, que tienen gran peso. Sin embargo, es difícil que un partido saque la mayoría absoluta, con lo que las coaliciones están a la orden del día. Eso ha llevado a periodos de gran inestabilidad parlamentaria pero que no se ha traducido en inestabilidad social. Primero, por los poderes que tiene el presidente, que es quien nombra el jefe del gobierno, como pasa en Francia. Segundo, porque a la hora de la verdad los grandes partidos están de acuerdo en los grandes temas. Nadie quiere tocar el modelo de socialdemocracia. Si a algún derechista finlandés le da el siroco neocon y empieza a hablar de recortar competencias al estado y privatizar, lo más probable es que acabe en Laponia pescando en el hielo. Me contaban allí que la derecha finlandesa es muy poco derecha. Más bien son liberales al viejo estilo. De hecho, ellos, junto con todos los partidos del arco parlamentario votaron en contra de la guerra de Irak en 2003, mientras cierto bigotudo presidente se hacía fotos en las Azores.
Esto, que podía ser una desventaja, ha creado una cultura política en Finlandia de diálogo y consenso. Al contrario que aquí, dedicarse a la cosa pública está bien visto, pues se considera un servicio a la comunidad. Pero de este concepto ya les hablaré en otra carta, pues entraría dentro de la modestia finesa.
Lo curioso es que su presidente tiene bastantes poderes. Es un modelo parecido al francés. Cada seis años son las elecciones a la presidencia del país, y cada cuatro al parlamento, con la posibilidad de convocar elecciones anticipadas en este último caso. El presidente sólo puede cumplir un máximo de dos mandatos. Esto ha dado en Finlandia un curioso modelo de inestabilidad estable. Desde el principio, los grandes partidos han sido el Conservador, el Centrista y el Socialdemócrata, con otros minoritarios como los suecos. La única alteración ha sido la irrupción de los Verdes hace unos veinte años, que tienen gran peso. Sin embargo, es difícil que un partido saque la mayoría absoluta, con lo que las coaliciones están a la orden del día. Eso ha llevado a periodos de gran inestabilidad parlamentaria pero que no se ha traducido en inestabilidad social. Primero, por los poderes que tiene el presidente, que es quien nombra el jefe del gobierno, como pasa en Francia. Segundo, porque a la hora de la verdad los grandes partidos están de acuerdo en los grandes temas. Nadie quiere tocar el modelo de socialdemocracia. Si a algún derechista finlandés le da el siroco neocon y empieza a hablar de recortar competencias al estado y privatizar, lo más probable es que acabe en Laponia pescando en el hielo. Me contaban allí que la derecha finlandesa es muy poco derecha. Más bien son liberales al viejo estilo. De hecho, ellos, junto con todos los partidos del arco parlamentario votaron en contra de la guerra de Irak en 2003, mientras cierto bigotudo presidente se hacía fotos en las Azores.
Esto, que podía ser una desventaja, ha creado una cultura política en Finlandia de diálogo y consenso. Al contrario que aquí, dedicarse a la cosa pública está bien visto, pues se considera un servicio a la comunidad. Pero de este concepto ya les hablaré en otra carta, pues entraría dentro de la modestia finesa.
1 comentario:
Se le olvidó a usted la etiqueta de DECENCIA, algo que es, como se ve, cada vez más escaso por estas latitudes políticas.
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