miércoles, 20 de febrero de 2008

A vueltas con el velo

Partiendo de la base de que es salir del mismo ombligo del maniqueísmo hablar de algo que sólo se conoce por referencias, no me gusta el velo. Y no es por el asunto religioso: las monjas llevan sus tocas y los judíos ortodoxos sus tirabuzones. Si tuviera sólo connotaciones religiosas, me daría más bien igual. Considero que cada uno ha de guardar para sí sus propias creencias –que deben ser algo íntimo- pero si quiere hacer ostentación de su condición, siempre que no se vulnere al otro, es muy libre de hacerlo –como uno puede ver cada vez que se pasea por Chueca o por Serrano o por Santa María o por La Viña-.

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