El horario de oficina es algo extraño, pues tenemos que compatibilizarlo con nuestros respectivos trabajos y, además, esquivar la vigilancia diurna de los servicios municipales, que prefieren tener el monumento hecho un muladar antes que cederlo para una misión filantrópica como la redención de las masas incultas. Por eso, si no estuviéramos, le dejan recado a la señora gata o a alguno de sus niños, que siempre andan por allí.
Todo lo cual nos da pie para poner en marcha la primera de las campañas cívicas de El Conciso:
Recuperemos para la ciudad de Cádiz los sótanos del monumento al Marqués de Comillas y devolvámosles su primigenia función educadora
Y mientras tanto, Alcaldesa, ¡mándanos ya a alguien que nos limpie la entrada a la oficina!
3 comentarios:
¡Eso sí que es una loable iniciativa para el próximo Plan de Ordenación Urbana!
Tuve una amiga que, por problemas de espacio en casa y de retención en el cuerpo, había dispuesto una bien surtida estantería con libros en el baño. Sus problemas de retención no daban para grandes volúmenes, por suerte para ella, así que la estantería estaba colmada de lectura breve elegida con un exquisito buen gusto. El resto de la casa continuaba la explosión libresca, y la variedad y extensión de la lectura iba colmando las paredes, amoldándose sin esfuerzo a la libertad y a la comodidad del sofá, del tocadiscos rodeado de jazz y de tango, o de la amplia cama no suficientemente utilizada, callado campo de batallas pretéritas. Ella no era de largas y cálidas duchas reparadoras, de manera que los libros se mantenían en condiciones aceptables.
Muchos son los sitios que en algún momento fueron vaciados de sus libros, como el mirador de Luis Rosales de la Sierra de Madrid, o tantos otros lugares de paz. Que en Cádiz también hayamos seguido el camino contrario, de convertir una biblioteca en urinario, no es más que una prueba más, pero menor, de tanto que acá queremos denunciar, pero también una prueba mayor de lo que esta ciudad ha sido, y que aquí queremos recordar para que vuelva a ser. Los libros volverán a los urinarios, y será así que en Carnaval tendremos libros en cada esquina.
En Sevilla, en el parque de María Luisa, en la glorieta de Becquer, había unos preciosos anaqueles con libros de poesía para que los suicidas y las solteronas se sentasen a lanzar suspiros impregnados de bacilos de Koch.
En la última reforma, consistente en cerrar la glorieta con una reja para evitar que los canis siguieran destrozándola, también se suprimieron las librerías, desde hace tiempo despojadas de su contenido. Total, para qué?
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