Miguel Maura Gamazo fue el séptimo hijo del político Antonio Maura y Montaner. Con estos antecedentes llevaba la política en los genes. A pesar de su conservadurismo y de su acendrado catolicismo, a fines de los años 20, dándose cuenta de que la monarquía estaba acabada, se pasó al republicanismo. Fue firmante del Pacto de San Sebastian de 1930 y al año siguiente fue ministro de la Gobernación –antecedente del actual Interior- en el gobierno provisional de la República tras el 14 de abril. Sin embargo, su religiosidad no pudo soportar en octubre de 1931 la aprobación del artículo 24 de la constitución que se debatía en las cortes, donde se prohibía la enseñanza a las órdenes religiosas y se disolvía la compañía de Jesús. Maura dimitió y no ocupo cargo alguno en el naciente régimen. En 1935 pudo ser presidente del gobierno, del mismo modo que el 18 de julio de 1936, cuando el presidente Azaña le encargó a la desesperada que formase un gabinete de concentración para intentar frenar la ya irrefrenable sublevación militar. En ambos casos se negó. Maura se había convertido en un miembro de la tercera España. Huyó a Francia, no volviendo hasta 1953. Falleció en el silencio en 1971, a los 84 años.
Sin embargo, tuvo una salida a la luz en 1961. Ese año publicó un éxito de ventas, Así cayó Alfonso XIII..., con esos inquietantes puntos suspensivos. Motivado por un libro anterior donde se ponía a caldo la labor del gobierno provisional, Maura decidió dar a la imprenta sus reflexiones y vivencias en ese período. En mi reciente viaje a Barcelona compré un ejemplar de la 5ª edición, de 1968, en una librería de viejo. Sin embargo, acabo de descubrir vía internet que este año ha salido una edición con el título ligeramente cambiado, Así cayó Alfonso XIII: de una dictadura a otra. Eso sí, el precio de mi viejo ejemplar era infinitamente más barato que el de la nueva.
El libro, estupendamente bien escrito con algún toque deliciosamente anacrónico, es una defensa de la labor del gobierno provisional de la Segunda República y la propia de Maura como ministro. Sobre todo, la justificación de porqué un grupo de prohombres decidió dar carpetazo a la desprestigiada monarquía de Alfonso XIII. No deja de sorprender que esta obra saliese en plena dictadura, por su defensa de los ideales republicanos y por alguna que otra pulla al régimen del Caudillo mandante en esos años.
Traigo a colación esta lectura por lo siguiente. Parece que los debates sobre la Memoria Histórica llevan a la conclusión de que nuestra Historia nace en el aciago 1936, y antes de eso queda mucho por aventar. Como el propio padre de Maura, por ejemplo. Don Antonio era un conservador que se dio cuenta de que había que modernizar la derecha y las estructuras del país, en esa asignatura pendiente que sigue coleando un siglo después. Está claro que Rajoy y sus cuates no han aprendido nada del legado de Don Antonio Maura, que por cierto sólo recibió el odio de la izquierda y el ninguneo de ese rey impresentable al que su hijo Miguel, tal vez su mejor sucesor en lo ideológico, contribuyó a echar. En este declinante 2007 se cumplen cien años del inicio del célebre gobierno largo de Antonio Maura, sin que ese importante período de nuestra historia haya sido recordado o estudiado aprovechando la efemérides, con una historiografía demasiado ocupada en la Guerra Civil para ver más allá.
Y también recupero el libro porque Miguel Maura hace reflexiones en él sobre el “Ser de España”, que dirían los del 98, que casi medio siglo después de ser escritas siguen sonando escalofriantemente modernas. Un solo ejemplo para acabar. “Nuestro sino viene siendo el de ser una nación en perpetuo y agitado período constituyente”
sábado, 1 de diciembre de 2007
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