Hoy los miembros de esta Academia estamos de enhorabuena. A veces, el sector editorial (o mejor dicho, un editor merecedor de su noble oficio) hace memoria y justicia llenando algún incómodo silencio. Salto de Página ha editado en España Plop, de Rafael Pinedo, Premio Casa de las Américas en el año 2002. Tras varios meses buscándolo, me lo hice traer de Buenos Aires para poder leerlo, para devorarlo en una noche que resultó de insomnio porque una vez empezado no pude parar y una vez terminado no supe dormir.
Rafael Pinedo falleció el año pasado dejando una tremenda pena y un sabor a derrota en las letras argentinas, de las que, con sólo dos novelas, había pasado a ser considerado uno de los más brillantes prosistas actuales. Pronto es aún para saber si la historia le permitirá conservar ese puesto que hoy por hoy parece justo, como justo es advertir que Pinedo no era ninguna joven promesa, ni ningún escritor revelación, sino un escritor hecho, maduro y rebelde en su estilo, continuador de la corta pero brillante saga de científicos llegados a la literatura por la vía de la exigencia.
Plop podría ser tan sólo una novela continuadora de la temática apocalíptica integrada en la ciencia ficción social, la crónica de una especie degradada en un mundo degradado, o un nuevo eslabón en la rica cadena novelística sobre dictadores en América Latina. Lo que justifica la manera en que ha sido considerada desde su aparición es, entre otras muchas virtudes, su lenguaje, certero, preciso, puro e incisivo como bisturí de cristal. Con él, en una continua mueca de humor despiadado -menos negro que marrón-, se nos traslada a la saliva el barro y el óxido que ve nacer al protagonista y que nos va rodeando conforme se vacían sus personajes.
Si hemos aceptado que existe la novela gráfica, a falta de nombres mejores, Plop podría ser, por sus imágenes, un cómic novelado. De cualquier manera, es un monumento a la sencillez del lenguaje y a la pureza efectista de un estilo como transmisor de inquietudes, desamparos y miserias. Una de las grandes, imprescindibles, novelas argentinas actuales, que eleva el concepto de originalidad a genialidad.
Que ojalá ustedes la disfruten.
Rafael Pinedo falleció el año pasado dejando una tremenda pena y un sabor a derrota en las letras argentinas, de las que, con sólo dos novelas, había pasado a ser considerado uno de los más brillantes prosistas actuales. Pronto es aún para saber si la historia le permitirá conservar ese puesto que hoy por hoy parece justo, como justo es advertir que Pinedo no era ninguna joven promesa, ni ningún escritor revelación, sino un escritor hecho, maduro y rebelde en su estilo, continuador de la corta pero brillante saga de científicos llegados a la literatura por la vía de la exigencia.
Plop podría ser tan sólo una novela continuadora de la temática apocalíptica integrada en la ciencia ficción social, la crónica de una especie degradada en un mundo degradado, o un nuevo eslabón en la rica cadena novelística sobre dictadores en América Latina. Lo que justifica la manera en que ha sido considerada desde su aparición es, entre otras muchas virtudes, su lenguaje, certero, preciso, puro e incisivo como bisturí de cristal. Con él, en una continua mueca de humor despiadado -menos negro que marrón-, se nos traslada a la saliva el barro y el óxido que ve nacer al protagonista y que nos va rodeando conforme se vacían sus personajes.
Si hemos aceptado que existe la novela gráfica, a falta de nombres mejores, Plop podría ser, por sus imágenes, un cómic novelado. De cualquier manera, es un monumento a la sencillez del lenguaje y a la pureza efectista de un estilo como transmisor de inquietudes, desamparos y miserias. Una de las grandes, imprescindibles, novelas argentinas actuales, que eleva el concepto de originalidad a genialidad.
Que ojalá ustedes la disfruten.
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