viernes, 6 de junio de 2008

Torero torero

Lo habrán visto en todas las portadas de hoy, sean de papel o digitales. José Tomás, gran esperanza de la tauromaquia, ha abierto la puerta grande de Las Ventas. Ya nadie habla de la corrupción en el medio, de los sobres, de si los toros están afeitados, y demás señas de que la fiesta nacional es un negocio tan séptico como el del ladrillo. Este tipo ha salvado el partido. Confieso que no he podido evitar la tentación de ver en internet esta mañana la faena. Que quieren que les diga, he visto lo de siempre. Un sujeto vestido de forma estrafalaria dándole pases a un pobre bicho que preferiría estar paciendo en su plácida dehesa. El que lo haga con más gracia que otros no elimina el principal factor de la ecuación. No veo poesía en este tipo absurdamente pagado de si mismo poniendo posturitas mientras se posiciona con su muleta ante el astado. Seguro que Goya no hacía tantos aspavientos mientras pintaba sus obras maestras, pongo por caso.

Eso me lleva a reflexionar sobre el extraño embrujo que ejerce esta charlotada llamada tauromaquia sobre espíritus ilustrados. El crítico taurino del diario El Mundo, ejerce a la vez de reseñista teatral y es poeta, además de adlater testamentario del difunto Paco Umbral. Hoy publica cosas como “después del natural arrastrado y puro, llegó el orfeón de todas las sensibilidades que es capaz de conjurar con la batuta de su muleta". Que me expliquen como se puede compaginar la admiración por la prosa de Mortal y rosa, pongo por caso (aquí el compañero Academia puede entrar al trapo, perdón por el chiste obvio) con los pases toreros. No es el único caso, ahí están Valle-Inclán jaleando a Belmonte para que muriera en la plaza en célebre anécdota. O Lorca escribiendo sentidas elegías a los muertos a las cinco de la tarde.

Igual todo es la atracción que los intelectuales siempre han tenido por el lado oscuro de la vida, como los que se hacían fotos con Capone. Pero este morboso gusto por esta fiesta de la muerte, que siempre se ve desde la seguridad de la barrera (“qué toreen otros”, podría haber dicho Unamuno) puede escaparse de las manos. Se hace fiesta nacional de un espectáculo sangriento perfectamente regulado en la aniquilación del pobre bicho y se acaba fusilando a mansalva en las mismas plazas que los acogen. Por mi jacobina parte, lo tengo claro. Enhorabuena José Tomás, pero conmigo no cuentes.

6 comentarios:

El Duende de los Cafés dijo...

De sobra saben ustedes que nunca he entendido ni podré entender semejante espectáculo. Quizá de sea el primero de los vectores por el que luciría la camiseta 'No con mi dinero'.

Academia de Ociosos dijo...

Me hago eco de su chiste fácil, que no inoportuno, y tomo la iniciativa, señor Robespierre. Su post, que encuentro muy elogiable, resume a la perfección, en lo que dice y en lo que no dice, la absoluta sorpresa con la que hoy muchos nos hemos asomado a los diarios, se hace usted eco del reconocimiento y el extrañamiento.

Cuando mentes preclaras y admiradas, cuando ojos de probada sensibilidad, reconocen un arte que no nos interesa, a uno sólo le queda el silencio. Podemos justificar nuestro desinterés y nuestro rechazo, pero serán otras las razones, y nos impedirán lidiar en la misma plaza. Es como el que, oidos sordos al flamenco, sólo ve gestos desmesurados y chillidos de corrala. O, digámoslo con valor, el que en la ópera y el concierto sólo ve un señor anacrónicamente vestido agitando un palito. Si hablamos de arte, es cuestión de sensibilidad y educación de los sentidos, y yo, para este arte, no los tengo. Pero a Lorca, Goya, Umbral, Sabina, Picasso, a tantos admirados no le voy a discutir, porque me faltan argumentos y me sobra respeto.

Sólo decir que nuestro rechazo es otro, que la nuestra es otra plaza, es la plaza del respeto al animal, de querer una España libre de sangrientos ritos ancestrales. Pero eso sí, todos los que abogan por ello, y por razones ecológicas, deberían informarse también del futuro que quieren sembrar para los toros bravos el día para ellos feliz en el que la fiesta desaparezca. A todos ellos, con los que tantas ideas comparto, quiero preguntarles en este caso si han pensado en una solución para mantener a los toros bravos una vez que ya no sirvan para nada y sean sustituidos por cerdos o reses de mayor productividad cárnica o lechera. Quiero preguntarles si han pensado cómo vamos a mantener algunas dehesas, que son, por otra parte, uno de los mejores ejemplos que existen de conservación y uso sostenible de extensiones de terrenos de gran valor ecológico.

Yo, por mi parte, quisiera mantener la fiesta, pero que fuera una fiesta a la portuguesa, con menos sangre, sin la suerte de espadas, y con el toro muerto luego en el matadero, como cualquier otro animal dedicado a la alimentación.

Y estas son las razones de que no opine de esto desde hace mucho tiempo, aunque hoy usted me invitó a entrar en el ruedo, y acepté. No sé qué tal la faena, que alguien salga al quite.

El Robespierre Español dijo...

Estimado Academia. La verdad es que cuando le eché el guante (esta vez he resistido hacer otro chiste fácil tipo “cuando le cité”) no me refería al post en global, sino a su conocida admiración por la prosa de Umbral. No me gustaría que lo haya visto como una llamada un poco agresiva, en plan “a ver que tienes que decir de esto”, pues no era esa la intención. De todos modos, ha hecho usted una aportación muy interesante, que permito recomentar.

No puedo comparar los toros con otras manifestaciones artísticas. El arte debe ser constructivo o al menos reflexionar críticamente de la realidad que le rodea. Pero no veo nada de esto en los toros, sino una ceremonia de la muerte. El objetivo último es destruir. Tampoco me vale el modelo portugués. Dar pases a un animal no tiene sentido, entra más en el terreno de los prodigios de la feria que los del arte. Cierto que hay gente que no entiende el flamenco, como el que suscribe. Pero ahí hay el peso de un pueblo y de una tradición que expresa así su sentir. No se que se quiere expresar con el toreo, la verdad. Y a efectos ecológicos, no se que sentido tiene mantener una especie cuyo fin es ser sacrificada en un festejo. No sería mala idea dar esas dehesas a otro tipo de ganado más productivo.

Tampoco comparto con usted el hecho de que como ciertos intelectuales apoyen la fiesta haya que darle un margen de confianza. El hecho de que sean grandes creadores no indica que todo lo que hagan sea correcto. Algunos grandes artistas apoyaron sin reservas tristes opciones políticas –tengo reciente una gran biografía de Leni Riefesntahl- o en guerras hicieron un poco lo de los toros: animar a sus soldados a machacar al contrario en artículos escritos en la cómoda retaguardia. Y no por ello debemos asumirlo con respeto. El ser un gran artista no les libra de ser hombres. Al contrario, eso los hace más cercanos e interesantes.

En fin, que esto es lo que yo tengo que decir. Me sigue asombrando que mentes preclaras, como usted dice, apoyen este extraño invento de la tauromaquia, más heredero del espíritu de los gladiadores romanos que de los poetas y filósofos. En cualquier caso, el apoyo mediático dado a la faena de José Tomás, me parece más digno de la España de Frascuelo y María que de la España del internet.

Academia de Ociosos dijo...

Y todo eso ¡¡sin hablar de la horrenda música de la "fiesta"!!

(Es por si se anima el Mentor, que se le extraña...)

Academia de Ociosos dijo...

http://blogs.elpais.com/juan_cruz/2008/06/los-adioses-y-j.html

Academia de Ociosos dijo...

Y más:

http://www.elpais.com/articulo/semana/Arte/matar/elpepuculbab/20080614elpbabese_6/Tes/