martes, 29 de enero de 2008

Ángel Ganivet


El granadino Ángel Ganivet estuvo entre dos mundos. Su biografía de maníaco depresivo, que le llevo a suicidarse pocos días antes de su 33 cumpleaños arrojándose al río Dvina, mientras estaba en Riga como cónsul, lo acercan más a la época del romanticismo y del autor insatisfecho que se vuela los sesos. Pero se equivocó por medio siglo. Ganivet se mató en 1898, año clave para España para la perdida de las colonias y en medio del positivismo implantado por la segunda revolución industrial. En su obra no hay rimas y leyendas como en Bécquer, sino un interés por el ensayo y la reflexión política y el ser de España que lo han llevado a ser considerado un precursor de la Generación del 98 y de sus intereses. Con lo que el autor granadino ha sufrido el triste destino de no estar en medio de nada, sino en la cola y en la vanguardia. El último romántico y el primer escritor del siglo XX.

Nació en la ciudad de La Alhambra en 1865, en una familia de clase media. Pronto la desgracia iba a rondarle. A los nueve años su padre se suicida y a los diez sufre una fractura que le lleva a estar a punto de perder la pierna, aunque a fuerza de coraje consiguió salvarla y no quedarse cojo. Su madre se quedó viuda con cinco hijos a su cargo, trabajando en un molino y en una panadería. Pero se empeñó en que sus retoños tuviesen la mejor educación posible. A Ángel le ayudó el ser un magnífico estudiante. Se licenció en Derecho y en Filosofía y Letras y se doctoró con premio extraordinario con una tesis titulada La importancia de la lengua sánscrita. Curiosamente tenía otro tema que fue rechazado, España filosófica contemporánea. Tras esto trabajó en una librería y dio clases de Griego, hasta que en 1891 aprueba las oposiciones a Bibliotecas y Archivos. Destinado al Ministerio de Fomento, aprovecha para frecuentar el mundo literario de la época. Se hace muy amigo de Unamuno, aunque éste acabo derrotándole en unas oposiciones a catedrático de Griego. Conoce a la cubana Amelia Roldán, con la que empieza una tormentosa relación. Tiene dos hijos con ella, aunque uno de ellos, de nuevo el triste fatum, muere al poco de nacer. En 1892 aprueba las oposiciones al cuerpo consular y es destinado a Amberes. Ganivet habla cuatro idiomas. En 1895 es destinado a Helsinki, cuando Finlandia formaba parte de Rusia.

En esta ciudad Ganivet se tuvo que aburrir mucho, pues escribió allí la mayor parte de su obra. Entre ella, Idearium español, su libro más conocido, el que le convierte en precursor de los del 98 al reflexionar sobre la crisis española. También hubo tiempo en el Báltico de líos privados. Se enamoró de una vecina, Marie Djakoffsky, lo que hizo que Amelia sacase su genio antillano hasta el punto de que la pobre amante se fue de Helsinki. En 1898 el gobierno español suprime el consulado en esta ciudad y destina a Ganivet a Riga. Allí, lo mal que marchaba su matrimonio, su aflicción por la derrota en Cuba y Filipinas y los demonios que rondan a los depresivos dieron con sus huesos en el fondo del Dvina.

Hay dos razones por la que este Robespierre recupera la figura de Ganivet. Una, porque como regeneracionista que fue sus intereses coincidieron con los que informan a este conciso blog. Segundo, porqué una de sus obras fueron las Cartas finlandesas, donde contaba sus impresiones del país de los suomis haciendo comparaciones con la realidad española. Como creo saben todos mis compañeros de la concisión ilustrada, la semana pasada el Robespierre Español estuvo varios días en Finlandia, y se propone hacer en este blog sus propias y más modestas Cartas finlandesas. Así que me parecía de justicia, ya que le pirateo la idea al difunto Ganivet, citarle y narrar su trayectoria. Que es de bien nacidos reconocer de donde venimos.

3 comentarios:

El Mentor o Ilustrador Popular dijo...

Ya se estaban haciendo de rogar estas nuevas cartas finlandesas. Las esperamos ansiosos.

Anónimo dijo...

...cartas finlandesas, noruegas, suecas, alemanas, danesas y holandesas -hasta donde yo sepa de momento- con todas ellas se podría hacer un buen poker de ases. Pero tenga cuidado, Robespierre, que de donde menos lo espere, del espíritu que suponía más ilustrado, un fervor añorante de la tortilla le puede sugerir la compra de un pasaje desde donde tirarse de nuevo al río... Que hay mucho autocomplaciente.

El Robespierre Español dijo...

Como diría el emperador de Austria a Salieri en "Amadeus", sois cattivo, Academia, sois cattivo.