martes, 24 de febrero de 2009
Hipatia o la heterodoxia
Si la figura de Hipatia resulta exótica ahora, en su época debía ser el colmo de la bizarría. Era mujer pero su nombre no aparece ligado de forma determinante al de ningún varón –a excepción de su padre, que se preocupó en formarla–. Escribió tratados de matemáticas y astronomía y, muy lejos de cultivar la femenina virtud de la prudencia, Hipatia se dedicaba a departir en el foro y a enseñar filosofía.
Por si faltaba algún detalle para salirse de la ortodoxia, Hipatia era pagana en un mundo que se había hecho, de repente, ensordecedoramente cristiano. Fue en su época, por ejemplo, que el patriarca Teófilo –el amigo de Dios– destruyó los templos de las viejas divinidades en Alejandría. Mujer, pagana, astrónoma y, muy probablemente, incómoda. Hipatia no era, desde luego, la amiga de Dios. Víctima propiciatoria entre varios intereses de poder, terminó siendo asesinada por la muchedumbre –nada extraño: su perfil no chirriaría mucho del de las brujas medievales–.
Fue desollada, según las versiones, con trozos de tejas o de conchas.
La conclusión a su historia, muy acertadamente, se aleja de todo misticismo: tal vez no es que los héroes sean malditos. Es que lo extraño, según dictan las leyes naturales, tiende a ser destruido.
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