sábado, 25 de octubre de 2008

Spanica Zwischen Todnu Gabriet


Herbert R. Southworth se convirtió en un dolor de cabeza para el régimen de Franco a primeros de los 60. El motivo era su libro El mito de la cruzada de Franco. Southworth era una rara avis en el mundo académico. Se trataba de un bibliófilo sin mucha formación académica que se convirtió en un obseso de la Guerra Civil Española. Tanto, que formó una impresionante biblioteca sobre el tema que ahora se halla en la universidad californiana de La Jolla, lo que le convirtió en una autoridad mundial en nuestro conflicto, escribiendo sobre él. A pesar de ser un francotirador intelectual influyó mucho sobre una nueva generación de hispanistas anglosajones, incluyendo al gran Paul Preston, que en una curiosa inversión de los procedimientos habituales convenció a su maestro de que se doctorase, cosa que hizo con 67 años en París. Su tesis se convirtió en otro clásico de la historiografía antifranquista, pues desmontaba toda la campaña de ocultación de responsabilidades de los sublevados en el salvaje bombardeo de Guernica. Con 70 años Southworth obtuvo su primera plaza de profesor en una universidad inglesa. Murió en 1999 a los 91 años.

Southworth siempre fue un antifascista de esos que tuvieron que escapar a los halcones anticomunistas de Joe Macarthy, y su amor por la Segunda República Española fue eterno. Por eso publicó El mito de la cruzada de Franco, donde dejaba con el culo al aire todos los topicazos esgrimidos por el régimen para justificar su rebelión (y que han sido recuperados recientemente por los César Vidal, Píos nada píos Moa y demás ralea). Se publicó en París, en la editorial Ruedo Ibérico, llevada por exiliados españoles y en castellano. Pronto se distribuyó clandestinamente en España, hasta tal punto que Don Manuel Fraga, a la sazón ministro de Información y Turismo, montó un grupo especial para revisar la historiografía sobre la Guerra Civil y ponerla al día, con vistas a hacerla más tragable a la nueva generación de españolitos inmersos en el desarrollismo Cuéntame y menos receptivos a la retórica falangista. Claro que al frente de la maniobra, típica de las cuadraturas del círculo que son propias de la biografía política de Don Manuel, puso al inefable Ricardo de la Cierva, joven cachorro entonces del régimen. El resultado de sus esfuerzos fue vilipendiado por el riguroso Southworth en un legendario artículo de finales de los 60. Es de suponer la cara que pondría al saber que Don Ricardo era nombrado ministro de Cultura en uno de los efímeros gabinetes de Adolfo Suárez en plena Transición democrática.

Hay muchos ejemplos gozosos de manipulación intelectual que pueden extraerse de El mito de la cruzada de Franco, pero voy a narrarles uno muy simpático. Southworth se queja reiteradamente en su libro de que los críticos franquistas citan libros que sólo conocen de referencias, como demuestra el caso del esotérico volumen intitulado Spanica Zwischen Todnu Gabriet. Cualquier persona con un mínimo conocimiento de idiomas sabe que esta frase es un galimatías sin sentido. Y no es que sea un anagrama que oculta un terrible secreto a lo El código Da Vinci. El caso es que en plena Guerra Civil un escritor alemán exiliado del nazismo, Peter Merin, publicó en Suiza un librito llamado Spanien zwischen Tod und Geburt, algo así como “España entre la muerte y el nacimiento”. En él, nos cuenta Southworth, se mezclaban reportajes de guerra del autor con una breve historia de la República. Por supuesto, no conoció versión española, pero su nombre aparece a finales del conflicto en una lista publicada en Barcelona de libros sobre las Brigadas Internacionales, hecha a efectos policiales. Pues bien, en 1940, un falangista de pro, Adolfo Lizón, redactó una historia de estas controvertidas unidades republicanas. En su bibliografía citaba el libro de Merin, pero tal vez apremiado por el plazo de entrega o porque la imprenta no se había recuperado de los cañonazos, el título se transcribió como Spanica Zwischen Todnu Gabriet.

No tendría mayor importancia el tema de no ser porque desde entonces así ha sido citado por docenas de personas de gran raigambre intelectual, que copian bibliografías que no han leído y que ni siquiera se han cuestionado el extrañísimo título . Así, catedráticos como García Arias o el prestigioso Carlos Seco Serrano han metido en sus listas de trabajos presuntemente consultados para sus propios escritos el esotérico Spanica. Lo mejor del caso es que el error sigue en los trabajos de la unidad creada por Fraga y dirigida por Ricardo de la Cierva a pesar de su vocación científica. Para Southworth, que ya dijimos estuvo toda su vida muy alejado de los ambientes profesorales y académicos, debía ser divertido ver a estos coleccionistas de cátedras y distinciones citar libros que no habían leído. Para nuestro autor era una muestra de la pobreza intelectual del franquismo.

Claro que la duda surge rápida. ¿Sigue vigente ese método? Tal vez si nos cuestionamos que los jurados de un premio literario tengan tiempo de leerse 400 manuscritos en pocos meses a lo mejor hay que hacer lo propio con estos trabajos escritos en tres años pero cuyas apabullantes bibliografías necesitarían el triple de ese tiempo para consultarse. Por cierto, si a alguien le interesa, El mito de la cruzada de Franco está publicado en edición bolsillo por Plaza & Janés.

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