(Vladislav Púnchev, EFE)
La población de Bulgaria festeja, el 1 de marzo, el primer día de la primavera con una costumbre pagana que se expresa por medio de la decoración de vestimentas, animales y casas con hilos de lana de colores blanco y rojo.
Esta decoración se llama martenitsa y su nombre proviene del mes de marzo y de la llamada Abuela Marta, un personaje mítico presente en las costumbres y la mentalidad del pueblo búlgaro.
La Abuela Marta personifica el mes de marzo y, según la mitología, es hermana de Sechco Minor y Sechco Mayor, otros personajes míticos que simbolizan los meses de enero y febrero. La leyenda cuenta que siempre está de mal humor porque sus hermanos se beben todo el vino que quedó del año pasado y nunca le permiten degustarlo. Por eso, el ánimo de la abuela es variable y eso se refleja en la cambiante meteorología.
Para tratar de apaciguar a la Abuela Marta (Baba Marta), la gente del país balcánico se intercambia martenitsas que se ponen en la muñeca, como pulseras, o en el pecho, como broches.
Persiste la creencia de que el 1 de marzo se despierta en la naturaleza alguna desgracia indefinida y el único remedio para liberarse de ella es el rojo, el color predominante en los adornos que se venden por las calles.
Y, como lo malo amenaza generalmente a los niños y los animales de corta edad, es muy habitual que se pongan martenitsas también a perros y gatos domésticos, en general en el cuello o en la cola. Las figuras más habituales siguen siendo las blancas y rojas, llamadas Pizho y Penda, que son símbolos de deseo sobre una buena salud y una cosecha abundante.
El amuleto se lleva hasta la llegada de las cigüeñas o las golondrinas y, apenas se percibe una de estas aves en el cielo primaveral, uno se desprende de la martenitsa para atarla a un árbol floreciente, por lo que es muy habitual que se vean ramas enteras cubiertas de hilos blancos y rojos.
sábado, 1 de marzo de 2008
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4 comentarios:
Disculpeme, Sr. Robespierre, pero como comisario encargado de vigilar la ortodoxia del blog creo que se le ha colado de matute este post, que tiene cierto tufillo a apología de las supersticiones. Porque vale que el Duende muestre su entusiasmo por la Navidad; es algo que todos conocemos y le perdonamos. Pero que no pueda aguantar hasta el año que viene y se invente otra fiesta idéntica a principios de marzo no se lo deberíamos consentir.
Estimado Mentor: le recuerdo que el post de Duende de los Cafés sobre la Navidad derivaba de otro suyo manifestando su entusiasmo por la fiesta y no pareciendo demasiado afectado por su origen cristiano. No encienda el ventilador de la represión a ver si le va a salpicar. Suyo afectísimo
El Robespierre Español
Presidente del Tribunal de Salud Pública Concisa
pvera8175El duende is back and not for good. Ay, mi estimadísimo Mentor. ¿No habíamos quedado que este rincón conciso era, entre otras cosas, un agradable lugar de intercambio para todo aquello que consideráramos pudiera contribuir al buen sentido y la belleza? Pues para mí, las supersticiones estacionales -mejor cuanto más paganas- son, sin duda, un motivo inmejorable de felicidad y motivo de celebración.
Todas ellas recuerdan hermosas historias y nos invitan a una relación tierna y cercana con la naturaleza y los ciclos. Creo que el panteísmo es el más sano de los sistemas religiosos -puede no tener estructura, es individual y llama a la transcedencia a través de lo inmanente-. Y que, de alguna manera, todas estas manifestaciones -todas estas creencias de antiguos estratos- conforman, precisamente, los ritos de esta pulsión animista.
En fin. Que creo que, en lugar de hacer daño, este tipo de ritos y simpáticas supersticiones pueden ejercer cierto efecto terapéutico sobre el espíritu. Como esas tiritas con dibujitos que venden para los críos.
No, si yo ya lo dije en el post navideño: para mí, cualquier excusa para celebrar una fiesta es buena, por muchas dosis de paganismo o superstición que tenga. Que reunirse para comer y beber, si no se molesta a los vecinos y luego se recogen los desperdicios, es harto saludable y fortalece la convivencia ciudadana. Mi comentario iba dirigido más bien a nuestro amigo Robespierre, que le noto últimamente más jacobino que de costumbre. Será la primavera.
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