El idioma suomi es uno de los más complejos del mundo. Está bastante aislado en su procedencia. Pertenece a la rama de lenguas ugrofinesa, que ha dado el húngaro, el estonio –que se parece mucho al finés- y algunos dialectos rusos. Por alguna razón los magiares dejaron el Báltico y se dirigieron la los Balcanes. En Finlandia cuentan chistes sobre ello- Algunas corrientes de filólogos lo relacionan con el Euskera, pero estas teorías no tienen mucho predicamento. Más bien algunos perezosos intelectuales prefieren refundir en un solo bloque todas estas lenguas extrañas para ahorrarse categorizaciones.
Los mismos finlandeses son conscientes de lo problemático de su lengua, que sólo hablan unos cinco millones de personas. En Helsinki me dieron un dato: hay en el mundo unos 31 millones de afganos. Luego hablan este idioma asiático seis veces más personas que el finlandés. En la carta que tengo reservada para la modestia finlandesa les contaré como ellos mismos aceptan esto de ello. Por ahora detalles técnicos.
La sensación de bloque compacto que da el finés viene de su sobriedad. Es una lengua sin adverbios ni artículos. Los diversos casos se dan mediante declinaciones, no menos de 15. Es decir, para decir “bajo la mesa”, “sobre la mesa”, “junto a la mesa”, etc., se usa la palabra finlandesa “mesa” declinada. Tampoco hay género masculino ni femenino. El resultado es una lengua muy abstracta y poco barroca, ideal para expresar con contundencia ideas, pero poco práctica para la creación literaria. Eso parece les influye socialmente, pues son una gente muy práctica y poco apta para andarse por las ramas. En las reuniones que tuve allí lo comprobé, lo poco que les gusta la puesta en escena dialéctica y lo directo que van al grano.
Tampoco es una lengua agradable de oír. Tiene demasiadas “j” y la hacen áspera. El acento prosódico siempre recae en la primera sílaba de las palabras. Si es un término compuesto puede tener varios, afectando siempre a la primera sílaba de cada palabra unida. Esto hace que parezca hablen en yámbicos muchas veces. Podría ser agradable de no ser por la escasa entonación. Ahora con lo de estudiar idiomas se está extendiendo el entonar, pero en finlandés no se hace ni con las interrogaciones. Se sabe si se está preguntando por una partícula interrogativa (“ko” o “kö”) que se añade al final de la frase.
Sin embargo, esta complicada lengua no es defendida a ultranza como símbolo de pureza, como otros deplorables nacionalismos que nos cogen más cerca. Más bien es un estímulo para aprender otros idiomas y abrirse al mundo, con lo que esta sociedad que lo tenía todo para aislarse paradójicamente es una de las más receptivas. Un ejemplo que otros deberían imitar.
lunes, 3 de marzo de 2008
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3 comentarios:
Curiosamente, en japonés la pregunta se establece añadiendo "ka" al final de la frase.
Es curioso. Sigo dando vueltas al tema. Yo sabía lo de la "aridez" de las lenguas nórdicas por unas lecciones de noruego que recibí, es decir, que lo de las declinaciones, la falta de marcaje en género, las conjugaciones que son el sueño de cualquier estudiante, and so on, todo eso ya lo conocía.
Resulta que en japonés -insisto, perdonen el frikismo-, tampoco se distingue género, no hay masculino ni femenino, y cuando esto es imprescindible, se recurre a trucos (por ejemplo, la palabra "yo" es distinta si la dice un hombre o una mujer, y luego hay un genérico que no distingue sexos). No hay declinaciones en el sentido en que las conocemos acá, pero la verdad es que todas las variantes gramaticales que pueden necesitarse se describen con sufijos separados de las palabras, pero fonéticamente relacionados con ellas (con lo cual, hay poca diferencia). También las conjugaciones nos resultarían formalmente menos "ricas" que las nuestras.
A pesar de todo ello, y de muchas particularidades más, el japonés es una de las lenguas más sutiles, delicadas y complejas del mundo... y quizás de las más apropiadas que existan para moverse en el terreno de la insinuación. ¿Mentalidad? ¿años de uso? ¿sensibilidad? Y sobre todo, nadie diría que no es una lengua apta para la literatura... Parecería que hubiera otros factores no tan lingüísticos para condicionar las posibilidades de un idioma.
Es curioso que el avión que me llevó de Madrid a Helsinki estuviese lleno de japoneses. Según me dijeron luego es que el aeropuerto de la capital finlandesa es uno de los habituales para transbordar a vuelos a Japón.
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