jueves, 31 de enero de 2008

Los 400

Si Leónidas arrastró a 300 de los mejores guerreros hasta las Termópilas, en vísperas de gran votación -más Puertas Calientes, imposible- los prohombres de la patria proponen devolver 400 euros a todos los buenos ciudadanos que cumplimentamos la Renta de todos. La propuesta, en principio, me llena de trémula sorpresa: yo estaba acostumbrada a que todas las medidas de ánimo e incentivo pecuniario, a nivel empresarial y nacional, resbalaran por mi piel como al jamón las chorreras. Ajenas me resultan las ayudas al buen estudio de Chaves –ya lo que me faltaba: subvencionar pasivamente la moto-cani-. Ajenas, igualmente, las ayudas al alquiler -mira que me hubieran venido bien años ha. Pero no: cuando servidora hubo de independizarse, la única manera no insultante de hacerlo era pringándose con una hipoteca-. Y ajeno, por el momento, el cheque-bebé. Circunstancias todas ellas que me convertían en parte de ese escaso porcentaje de gente que no recibe subvención ni prebenda de institución alguna. Eso soy yo, sí: un sostén del sistema capitalista. Digo, subvencionista.

(Y que mi generación tiene delito. Todos los babyboomers están condenados a sufrir masificación escolar y universitaria, altísimas tasas de paro, precariedad laboral, hostias para conseguir un piso, hostias para conseguir sitio en la guardería para tus niños y hostias, me temo, para entrar en el asilo. A los ochenta, porque si el sistema de pensiones pretende seguir funcionando, olvídense de las doradas prejubilaciones).


Temerosos –y hacían muy bien en temer- de que los sostenes terminaran ardiendo a lo bonzo en un alarde antisistema, los prohombres de la patria han recurrido a los 400 –intuyo- como cataplasma de urgencia. Como si, la noche en que se zamparon el cabrito, el Padre del Hijo Pródigo, temiendo que al Hijo Gilipollas y Currante se le cruzaran los cables y le prendiera fuego a la casa, el olivar y las cochiqueras, decidiera estirarse un poquillo con el chaval y le obsequiara con la calderilla del último mes lunar.

No sé ustedes pero, ante semejante prebenda, yo tiendo a hacerme dos únicas preguntas:
-¿Cuánto me roban para que se puedan permitir devolverme estos 400?
-¿Cuánta gente deja de declarar para que semejante anzuelo salga rentable?

En fin, ellos sabrán. Es su sudoku.

martes, 29 de enero de 2008

Ángel Ganivet


El granadino Ángel Ganivet estuvo entre dos mundos. Su biografía de maníaco depresivo, que le llevo a suicidarse pocos días antes de su 33 cumpleaños arrojándose al río Dvina, mientras estaba en Riga como cónsul, lo acercan más a la época del romanticismo y del autor insatisfecho que se vuela los sesos. Pero se equivocó por medio siglo. Ganivet se mató en 1898, año clave para España para la perdida de las colonias y en medio del positivismo implantado por la segunda revolución industrial. En su obra no hay rimas y leyendas como en Bécquer, sino un interés por el ensayo y la reflexión política y el ser de España que lo han llevado a ser considerado un precursor de la Generación del 98 y de sus intereses. Con lo que el autor granadino ha sufrido el triste destino de no estar en medio de nada, sino en la cola y en la vanguardia. El último romántico y el primer escritor del siglo XX.

Nació en la ciudad de La Alhambra en 1865, en una familia de clase media. Pronto la desgracia iba a rondarle. A los nueve años su padre se suicida y a los diez sufre una fractura que le lleva a estar a punto de perder la pierna, aunque a fuerza de coraje consiguió salvarla y no quedarse cojo. Su madre se quedó viuda con cinco hijos a su cargo, trabajando en un molino y en una panadería. Pero se empeñó en que sus retoños tuviesen la mejor educación posible. A Ángel le ayudó el ser un magnífico estudiante. Se licenció en Derecho y en Filosofía y Letras y se doctoró con premio extraordinario con una tesis titulada La importancia de la lengua sánscrita. Curiosamente tenía otro tema que fue rechazado, España filosófica contemporánea. Tras esto trabajó en una librería y dio clases de Griego, hasta que en 1891 aprueba las oposiciones a Bibliotecas y Archivos. Destinado al Ministerio de Fomento, aprovecha para frecuentar el mundo literario de la época. Se hace muy amigo de Unamuno, aunque éste acabo derrotándole en unas oposiciones a catedrático de Griego. Conoce a la cubana Amelia Roldán, con la que empieza una tormentosa relación. Tiene dos hijos con ella, aunque uno de ellos, de nuevo el triste fatum, muere al poco de nacer. En 1892 aprueba las oposiciones al cuerpo consular y es destinado a Amberes. Ganivet habla cuatro idiomas. En 1895 es destinado a Helsinki, cuando Finlandia formaba parte de Rusia.

En esta ciudad Ganivet se tuvo que aburrir mucho, pues escribió allí la mayor parte de su obra. Entre ella, Idearium español, su libro más conocido, el que le convierte en precursor de los del 98 al reflexionar sobre la crisis española. También hubo tiempo en el Báltico de líos privados. Se enamoró de una vecina, Marie Djakoffsky, lo que hizo que Amelia sacase su genio antillano hasta el punto de que la pobre amante se fue de Helsinki. En 1898 el gobierno español suprime el consulado en esta ciudad y destina a Ganivet a Riga. Allí, lo mal que marchaba su matrimonio, su aflicción por la derrota en Cuba y Filipinas y los demonios que rondan a los depresivos dieron con sus huesos en el fondo del Dvina.

Hay dos razones por la que este Robespierre recupera la figura de Ganivet. Una, porque como regeneracionista que fue sus intereses coincidieron con los que informan a este conciso blog. Segundo, porqué una de sus obras fueron las Cartas finlandesas, donde contaba sus impresiones del país de los suomis haciendo comparaciones con la realidad española. Como creo saben todos mis compañeros de la concisión ilustrada, la semana pasada el Robespierre Español estuvo varios días en Finlandia, y se propone hacer en este blog sus propias y más modestas Cartas finlandesas. Así que me parecía de justicia, ya que le pirateo la idea al difunto Ganivet, citarle y narrar su trayectoria. Que es de bien nacidos reconocer de donde venimos.

miércoles, 16 de enero de 2008

La música no vale nada.

Ni el cine, ya que estamos en ello. Lo que vale es el envoltorio, el objeto, la exclusividad o la oportunidad. Pero la música en sí, nada. Y no piensen que me voy a lanzar por los caminos de una lamentación por la decadencia de las artes sino todo lo contrario. Esto es una bienvenida a los nuevos tiempos.

El regalo que más se han hecho estas fiestas mis amigos cinéfilos ha sido el maletín (maletón, más bien) en tirada limitada con todas las versiones existentes de Blade Runner más todo tipo de merchandising exclusivísimo. Esta semana, otro amigo me comentaba sus últimas adquisiciones discográficas, entre ellas la edición limitada de The Sinking of the Titanic de Gavin Bryars que ha editado Touch. El resto de sus compras eran también ediciones limitadas con extras y portadas que las convertían en objetos hermosos por sí mismos. Y son muchos los coleccionistas de discos que están optando ya por comprar sólo vinilos.

Insisto, la música no vale nada, ni las películas. Con un sistema informático sencillo y un mínimo de habilidad la tienes toda a tu alcance, y gratis. Pero no por ello los pobres artistas van a tener que dedicarse a la mendicidad. Ni tampoco, como amenaza la SGAE, dejar de crear. De hecho muchos de ellos, los más inteligentes, ya regalan su obra en sus espacios virtuales. Lo que da dinero en nuestro tiempo es el valor añadido, las ediciones, los objetos de colección, las ocasiones únicas. Esas cosas por las que los aficionados estamos dispuestos a pagar su verdadero precio. Compramos menos discos, eso es cierto, pero a cambio invertimos más en hardware para almacenar contenidos o en sistemas para acelerar las descargas desde la red.

Como ya ha sido dicho muchas veces, si quienes representan a los creadores pretenden seguir aferrados a un modelo de negocio que ya no funciona, ese no es nuestro problema.

domingo, 13 de enero de 2008

Pepìn Bello

La figura del recientemente desaparecido Pepín Bello siempre despertó en mi una curiosa simpatía. Nunca fue artista, pero consiguió en su larga vida la consideración de tal. Su popularidad le vino de haber sido amigo personal del trío divino, Dalí, Lorca y Buñuel en los años en que compartieron aulas y habitaciones en la Residencia de Estudiantes. Parece ser que el cineasta de Calanda se inspiró en él para uno de los personajes de El perro andaluz. Pero todo apunta a que Bello hizo algo más que “estar allí”. El trío divino lo consideró su amigo del alma incluso después de que entre ellos las cosas se agriaran. Es decir, Bello se convirtió en el único nexo de unión de los tres genios. Además, fue él quien realizó la famosa foto fundacional del grupo de la generación del 27 en el Ateneo de Sevilla de la que el pasado diciembre se cumplieron 80 años.

Pepín Bello se convirtió en uno de estos personajes que pululan por la historia aunque nunca la protagonizan. Pero los buenos aficionados al cine y al arte de Clío saben que los secundarios a veces son más recordados que los protagonistas. Lo meritorio del caso Bello es que nunca puso por escrito sus recuerdos, en un extraño caso de honestidad. Nunca se consideró escritor –“Tengo de poeta lo mismo que de marciano”, decía de su mismo-, hasta el punto de no responder las cartas que le mandaban. En estos tiempos donde cualquier cantamañanas pierde el oremus por salir en la tele a contar cualquier chorrada, que este dignatario de una época irrepetible de la cultura española fuese tan reacio a compartir sus recuerdos -y a ganarse un buen dinero con un libro muy esperado- es conmovedor. En los años 80, con la recuperación de Buñuel y Lorca por parte de la memoria de España –Dalí se convirtió en un oficialista a pesar de su genio-. Bello tuvo sus días de gloria participando en congresos y seminarios que recuperaban la amistad del trío divino. Lo más parecido a unas memorias fue el libro Conversaciones con Pepín Bello, publicado tan tarde como el pasado mayo, en el tiempo de descuento de su larga vida. Era una especie de anciano de la tribu que compartía su sabiduría de forma oral, como los viejos indígenas. También era un doloroso recuerdo de que otra España pudo ser posible y quedó asesinada en una cuneta, como su amigo Federico. Y es que para la historia exista no son necesarios sólo sus protagonistas, sino los que la cuentan.

viernes, 11 de enero de 2008

Educación para la ciudadanía

La instalación que les mostramos en esta fotografía es un servicio público.


Servicio en su conocido sentido eufemístico, es decir, unos urinarios y retretes. Destinados a ambos sexos y montados temporalmente en uno de los mercadillos navideños de Viena. No están recién estrenados, aunque lo parezca. La foto está tomada el 23 de diciembre de 2007 cerca de las siete de la tarde, es decir, transcurrido todo el día de antes de que se cierre el mercadillo, que, como ustedes saben, alegra todo el calendario de adviento. Al lado de la puerta (sí, al lado, la perspectiva no les engaña) se ha dispuesto una de las múltiples mesitas altas en que los clientes y visitantes descansan del frío con una buena charla, al calor de un ponche o un vino especiado. Está ocupada, como ven, porque el urinario no huele, y su entrada está limpia, como también pueden ustedes apreciar en la foto.

Esta segunda foto corresponde a la taza de un retrete público en unos servicios ubicados en plena calle, en Goslar (Alemania).

Y no requiere de muchos más comentarios.

jueves, 10 de enero de 2008

La Montaña de Basura ha hablado

Hay algo que unifica todas nuestras fiestas populares. Y no, no es la alegría o el bullicio. Ni la música, ni el consumo inmoderado de bebidas alcohólicas, ni siquiera la financiación por una concejalía ad-hoc. Hay un factor común a todas, las religiosas y las profanas, nacionales, autonómicas o locales. Sea la celebración del fin de año o la cabalgata de reyes, el carnaval, la semana santa, o las ferias. Todas ellas, con independencia de su origen y sentido primigenios, todas sin excepción, se han convertido en grandes botellonas. Y por supuesto y como consecuencia, todas ellas generan tras su paso grandes cantidades de basura. De hecho, los medios suelen medir la popularidad de las fiestas por las toneladas de basura recogidas al final por los servicios de limpieza.

Ah, la basura! Qué gran motivo para este bravo nuevo siglo! Porque a la hora de ensuciar, del Rey abajo todos iguales, y desaparecen las diferencias de edad, orientación sexual, nivel adquisitivo o credo religioso. De igual modo que los padres inician a sus hijos desde su más tierna infancia en los rituales no escritos de las comparsas o las cofradías, también desde pequeños les enseñan a tirar al suelo los restos de comida, envoltorios y envases que tan incómodos resultan para gozar plenamente de la fiesta. No tengo yo muy claro si la vieja y desprestigiada urbanidad ha conseguido finalmente colarse en algún capítulo del temario de esa Educación para la ciudadanía que el gobierno pretende imponer a nuestros pobres niños. Mientras tanto, podría cumplirse la norma que rige en muchos países civilizados, donde se multa a todo aquel sorprendido por los agentes de la autoridad arrojando un papel al suelo en un espacio público. Espero que nadie lo considere atentatorio contra el derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones.

ACTUALIZACIÓN

Las autoridades gaditanas ya ha encontrado una mejor solución al problema de las basuras en las calles, que evita las incomodidades de la educación ciudadana y las reconvenciones públicas. La noticia la recoge el Diario de Cádiz:

Derriban el mirador de la Punta de San Felipe

La Autoridad Portuaria de la Bahía de Cádiz está procediendo estos días al derribo del pequeño mirador situado en la Punta de San Felipe, en la esquina situada tras las salas de fiesta Anfiteatro y Malecón. (...)

Según explican fuentes de la Autoridad Portuaria, el derribo del mirador que tenía acceso a una plataforma inferior se debe al mal estado que presentaba, ya que en esa zona se acumulaba el agua salada procedente del mar junto a orines y otros residuos arrojados durante las noches de movida juvenil.

No es mala política, a fe mía. Si se acumula basura en un espacio público se derriba éste y fin del problema. Esperemos que no lo apliquen a nuestro querido monumento al marqués de Comillas.


martes, 8 de enero de 2008

Urquijo según Menéndez

Lamento haber estado sin acceso a Internet durante todas mis largas vacaciones académicas y no haber podido hacer comentarios en su momento a los últimos posts. Concretamente, al publicado por nuestro Robespierre sobre el afrancesado Urquijo, personaje al que recientemente he encontrado en las páginas de la Historia de los Heterodoxos Españoles de Don Marcelino Menéndez y Pelayo, una lectura muy recomendable en la que me sumerjo periodicamente desde hace varios años. La visión de Menéndez sobre Urquijo, como es lógico, dista mucho de ser benevolente. Lean si no lo que dice de él con su peculiar estilo (las cursivas son suyas):

"D. Mariano Luís de Urquijo, natural de Bilbao y educado en Francia, diplomático y ministro a los treinta años gracias al favor del conde de Aranda, personaje ligero, petulante e insípido, de alguna instrucción pero somera y bebida por lo general en las peores fuentes; lleno de proyectos filantrópicos y de utopías de regeneración y mejoras: hombre sensible y amigo de los hombres, como se decía en la fraseología del tiempo; perverso y galicista escritor, con alardes de incrédulo y aun de republicano; conocido aunque no con gloria , entre los literatos de aquel tiempo por una mala traducción de La muerte de César, de Voltaire, que el abate Marchena fustigó con un epigrama indeleble, aunque flojamente versificado.

Ayer en una fonda disputaban
de la chusma que dramas escribía
cuál entre todos el peor sería.
Unos: "Moncín"; "Comella", otros gritaban;
el más malo de todos, uno dijo,
es Voltaire traducido por Urquijo."

Aunque lejos de sus ideas, no puede uno menos que añorar esos tiempos gloriosos en los que el pensamiento reaccionario español estaba defendido por plumas tan ilustres como la de D. Marcelino, y no por mamarrachos como César Vidal o Pío Moa.