domingo, 9 de marzo de 2008

El nombre del conciso


Anoche, en el ejercicio de mis labores críticas teatrales, algo que les aseguro puede afilar aún más la cuchilla jacobina de este Robespierre, tuve que enfrentarme a una versión escénica de El nombre de la rosa. No es objetivo de este post hacer una valoración del espectáculo, sino compartir con ustedes mi sorpresa. Pues resulta que este best seller de los 80 y 90, imprescindible en toda biblioteca con pretensiones de la época, de necesaria lectura aunque fuese de su solapa para todos aquellos que quisiesen molar intelectualmente, es una obra profundamente concisa.

A estas alturas todos conocerán la historia pergeñada por Umberto Eco, que según cuenta la concibió debido a las ganas que tenía de matar a un monje tras una exhaustiva investigación medievalista. Así que evitaré lo de la wikipedia de que vamos a desvelar detalles de la trama. Para empezar el semiótico metido a novelista ofrece un incómodo retrato de la Iglesia Católica, con una sola fe dividida entre varias órdenes religiosas que no se ponen de acuerdo en su interpretación práctica. Pero lo más importante es el personaje de Jorge de Burgos, un monje que prefiere imponer la religión por el miedo que por la risa, y que tiene una gran colección de libros que pueden hacer que la gente piense por su cuenta bajo la llave de un laberinto

Cuando leímos el libro en los más relajados años 80 y muchos lo catalogaban despreciativamente como best seller, como si eso le negase algún interés, no suponíamos su vigencia en este convulso principio del Tercer Milenio. Ahora los Jorge de Burgos claman por todos lados, bajo las túnicas de los imanes radicales islámicos o de los obispos sometidos a Roma. Ratzinger desde el Vaticano hace que la cristiandad no se ría y pretende mandar el saber científico a una laberíntica torre que no dudaría en destruir si eso amenazase las misas en latín y la Fe. Gracias a que El nombre de la rosa ya no es un fenómeno editorial, sino S.S. lo condenaría como hizo con el pobre de Harry Potter, que nunca supuso que tendría que usar su varita contra el Vaticano además de contra Lord Voldemort.

Decía Santa Teresa que Dios anidaba entre los pucheros. Puede que los concisos también tengamos que asumir que nuestra ideología puede ocultarse de forma más efectiva entre las páginas de un best seller que en cientos de tratados más sesudos.

1 comentario:

Academia de Ociosos dijo...

Estimado amigo. El nombre de la rosa siempre fue mucho más que un best-seller. Entonces, y ahora. Nunca es tarde para darse cuenta de algo así. Felicidades por tanto.