viernes, 22 de mayo de 2009
miércoles, 13 de mayo de 2009
Humano, demasiado humano
Le afea el presidente del gobierno al líder de la oposición que se alegre de los malos datos económicos y se monta la de dios es cristo. Ofendidos e indignados los miembros de la oposición le exigen que rectifique.
No está bien que en sede parlamentaria un presidente de gobierno diga tales cosas, sobre todo porque él no es nadie para descalificar los sentimientos de los diputados. Pero que los de la oposición están encantados con el mal camino que lleva la economía española, y que con cada dato negativo se les alegran aún más las pajarillas, es algo de lo que ninguna persona en su sano juicio puede dudar. Porque es lo humano. Si la posibilidad de que ganen las próximas elecciones es proporcional a la incapacidad del partido gobernante de darle solución a la crisis económica, es normal que deseen que el gobierno se pegue el batacazo. Sobre todo cuando se saben a salvo, ellos y los suyos, de las consecuencias que traería un empeoramiento de la crisis. Pero no penséis que es así porque son del PP y la maldad la llevan de fábrica. Cualquiera de nosotros experimentaríamos idénticos sentimientos enfrentados a situaciones similares.
La persona despedida de una empresa se alegrará del cierre de la misma, aunque suponga el paro para su antiguos compañeros. Un entrenador de fútbol cesado, por mucho que afirme el amor a sus colores del alma, deseará que el equipo baje de categoría al final de la temporada; así se demostraría que la responsabilidad de los malos resultados no era achacable sólo a él. Si la pareja de la persona de la que estamos secretamente enamorados sufriera un accidente mortal notaríamos una agradable sensación a la que se suele llamar esperanza. Todo muy humano. Tan humano como la empatía y la compasión que obligan a aparcar esos sentimientos primarios y manifestar nuestra solidaridad con los dolientes.
Y, cosa curiosa, en la mayoría de los casos tales expresiones altruistas suelen ser sinceras. Lo cual no implica que en el que originaba este comentario lo sea. Al menos yo no lo creo.
No está bien que en sede parlamentaria un presidente de gobierno diga tales cosas, sobre todo porque él no es nadie para descalificar los sentimientos de los diputados. Pero que los de la oposición están encantados con el mal camino que lleva la economía española, y que con cada dato negativo se les alegran aún más las pajarillas, es algo de lo que ninguna persona en su sano juicio puede dudar. Porque es lo humano. Si la posibilidad de que ganen las próximas elecciones es proporcional a la incapacidad del partido gobernante de darle solución a la crisis económica, es normal que deseen que el gobierno se pegue el batacazo. Sobre todo cuando se saben a salvo, ellos y los suyos, de las consecuencias que traería un empeoramiento de la crisis. Pero no penséis que es así porque son del PP y la maldad la llevan de fábrica. Cualquiera de nosotros experimentaríamos idénticos sentimientos enfrentados a situaciones similares.
La persona despedida de una empresa se alegrará del cierre de la misma, aunque suponga el paro para su antiguos compañeros. Un entrenador de fútbol cesado, por mucho que afirme el amor a sus colores del alma, deseará que el equipo baje de categoría al final de la temporada; así se demostraría que la responsabilidad de los malos resultados no era achacable sólo a él. Si la pareja de la persona de la que estamos secretamente enamorados sufriera un accidente mortal notaríamos una agradable sensación a la que se suele llamar esperanza. Todo muy humano. Tan humano como la empatía y la compasión que obligan a aparcar esos sentimientos primarios y manifestar nuestra solidaridad con los dolientes.
Y, cosa curiosa, en la mayoría de los casos tales expresiones altruistas suelen ser sinceras. Lo cual no implica que en el que originaba este comentario lo sea. Al menos yo no lo creo.
miércoles, 6 de mayo de 2009
Adriá
La televisión pública española dedica toda esta semana a emitir programas sobre Ferrán Adriá, considerado por quienes se dedican a estas consideraciones como el "mejor cocinero del mundo". Al menos así justifica la web de RTVE este inusual despliegue de documentales hagiográficos y debates redundantes sobre el dueño del restaurante El Bulli.
Normalmente empezaría este comentario dejando claro que no es mi intención discutir los méritos del cocinero Adriá, que seguramente los tendrá. Lo que ocurre en este caso es que, aunque quisiera, no podría discutirlos, ya que jamás he ido a su restaurante ni probado ninguna de sus creaciones. He leido, como todo el mundo, descripciones de sus imaginativas recetas y también he visto fotografías de sus platos. Que me han dejado la curiosidad de probarlos y la impresión de que el apetito de una persona de buen comer como yo costaría saciarlo a base de esas tapas de fantasía. Pero bueno, son cosas mías. Lo que me preocupa es: cuántos españoles han tenido o tendrán la oportunidad de comer alguna vez en el Bulli? Unos pocos de miles tirando por lo alto.
Si hablamos de arte, la mayoría podemos acceder a un precio razonable a la obra de cineastas, músicos, escritores, coreógrafos, pintores, etc. Y podemos dar nuestra opinión sobre ellas. Incluso si la obra original es inaccesible, siempre encontraremos buenas imágenes que nos pueden dar una idea aproximada de lo que hablamos. Personalmente no pienso que la cocina se encuentre entre las bellas artes, pero puedo aceptar que haya quien así lo crea. Por ejemplo, los programadores de TVE. En cuyo caso deben explicar cómo van a cumplir el deber de los medios públicos de acercar el arte a la ciudadanía. O es que nos van a dar a probar a cada uno una tapa de Adriá?
Cuál es el sentido entonces de este bombardeo mediático sobre Adriá y El Bulli? Quieren educar a los televidentes para que preparen en sus casas una remolacha en texturas para el almuerzo en lugar del consabido potaje? O es tan sólo una costosísima campaña publicitaria a un negocio particular financiada con dinero público? Porque si es para levantar la moral del contribuyente en estos tiempos de crisis mostrándole cómo comen sus señores en el sancta sanctorum de la gastronomía internacional mientras ellos hacen la compra en el Covirán me callo la boca.
Normalmente empezaría este comentario dejando claro que no es mi intención discutir los méritos del cocinero Adriá, que seguramente los tendrá. Lo que ocurre en este caso es que, aunque quisiera, no podría discutirlos, ya que jamás he ido a su restaurante ni probado ninguna de sus creaciones. He leido, como todo el mundo, descripciones de sus imaginativas recetas y también he visto fotografías de sus platos. Que me han dejado la curiosidad de probarlos y la impresión de que el apetito de una persona de buen comer como yo costaría saciarlo a base de esas tapas de fantasía. Pero bueno, son cosas mías. Lo que me preocupa es: cuántos españoles han tenido o tendrán la oportunidad de comer alguna vez en el Bulli? Unos pocos de miles tirando por lo alto.
Si hablamos de arte, la mayoría podemos acceder a un precio razonable a la obra de cineastas, músicos, escritores, coreógrafos, pintores, etc. Y podemos dar nuestra opinión sobre ellas. Incluso si la obra original es inaccesible, siempre encontraremos buenas imágenes que nos pueden dar una idea aproximada de lo que hablamos. Personalmente no pienso que la cocina se encuentre entre las bellas artes, pero puedo aceptar que haya quien así lo crea. Por ejemplo, los programadores de TVE. En cuyo caso deben explicar cómo van a cumplir el deber de los medios públicos de acercar el arte a la ciudadanía. O es que nos van a dar a probar a cada uno una tapa de Adriá?
Cuál es el sentido entonces de este bombardeo mediático sobre Adriá y El Bulli? Quieren educar a los televidentes para que preparen en sus casas una remolacha en texturas para el almuerzo en lugar del consabido potaje? O es tan sólo una costosísima campaña publicitaria a un negocio particular financiada con dinero público? Porque si es para levantar la moral del contribuyente en estos tiempos de crisis mostrándole cómo comen sus señores en el sancta sanctorum de la gastronomía internacional mientras ellos hacen la compra en el Covirán me callo la boca.
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